Archive for the ‘Historias Vocacionales’ Category

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Historia vocacional

marzo 18, 2010

En esta ocasión les contaré cómo fue que las Bethlemitas llegamos a la India, de hecho la vocación es un misterio, un don de Dios.

Esta historia podría contarla mejor una de sus protagonistas, pero al no tener en estos momentos su testimonio de viva voz me atrevo a contar lo que ellas en algún momento me contaron.

No fueron nuestras hermanas Bethlemitas quienes llegaron a la India a buscar vocaciones, ellas fueron un regalo de Dios, por medio de un Obispo que conoció a nuestras hermanas en Italia, su cariño y afecto por nuestro Instituto despertó en él el deseo de llevar Bethlemitas a la India, por tal motivo lo que hizo fue buscar entre sus feligreses, jóvenes inquietas vocacionalmente que se atrevieran a dar un salto de fe y en las manos de Dios, para que se aventuraran a viajar a Italia e iniciaran su proceso de formación en tierra extranjera. Eligió cinco valientes jóvenes que se arriesgaron, a pesar de las dificultades, a  escribir las primeras líneas de la historia Bethlemita en India.

Llegaron a Italia sin saber nada del idioma, ni de costumbres europeas, simplemente con un corazón abierto a lo que sería el primer paso para que las Bethlemitas llegáramos algunos años más tarde a la India.

Su proceso de adaptación fue lento. Hoy en día cuentan estas queridas hermanas algunas de las anécdotas que en su momento fueron motivo de sorpresa. Por ejemplo, los indianos no dicen “si” con la cabeza como la movemos nosotros, de arriba hacia abajo, ellos hacen un leve movimiento de un lado al otro  inclinándola hacia los hombros. Cuando eran las horas de las comidas les presentaban las bandejas con los distintos alimentos y con señas les preguntaban si querían comer, ellas hacían su típico movimiento que para ellas es y para nosotras es como un no, por lo que las indianas no alcanzaban a tomar las bandejas cuando se las llevaban nuevamente para la cocina, eso pasó durante varios días, las hermanas Italianas estaban muy preocupadas porque las hermanas a todo decían “no” y no estaban  comiendo, por su lado las hermanas indianas no entendían porque les mostraban las bandejas con comidas, se las ofrecían y luego se las llevaban, así que las indianas en sus diálogos optaron por no responder nada y quedaron en que apenas les mostraran alguna bandeja una de ellas se lanzaría a cogerla antes de que se las llevaran, esa noche en la cena cuando les ofrecieron la comida rápido una de ellas se lanzó sobre la bandeja para sorpresa de las hermanas Italianas quienes creyeron que lo que les habían ofrecido era un plato de gran complacencia para ellas y no era otra cosa que el hambre que sentían.

Son muchas las anécdotas que ellas cuentan, aunque siempre se vieron rodeadas del cariño de las hermanas italianas tuvieron que vivir las dificultades normales de un cambio de cultura, de idioma, de vestuario, de costumbres y todo aquello que conlleva la experiencia de convivir y entrar a otra cultura.

Sobre su firmeza vocacional se ha construido la Provincia del Santo hermano Pedro de la India, hoy contamos con 15 casas, 96 religiosas indianas y la actual provincial es una de las primeras Indianas que llegaron a Italia, hoy en día son ellas las superioras y formadoras de las nuevas generaciones.

Hoy la India es una provincia de gran futuro.

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No pensé en ser Bethlemita… pero Dios ya estaba pensando en mi.

agosto 21, 2009

 GGPreciousMoments_035Entré a ser parte de la familia Bethlemita a los tres años de edad, recuerdo el día en que inicié clases… como todo niño tenía mucha alegría de llevar todo nuevo, mis padres fueron a llevarme hasta el colegio, lloré; sin embargo, nunca pensé que esas lagrimas por separarme de mi hogar tan solo por pocas horas diarias, trece años después se iban a volver a repetir por tener que separarme  del mejor de los lugares; mi colegio, aquel que generalmente conocemos como segundo hogar.

Desde grado jardín hasta grado undécimo viví dichosa en mi Colegio. Soy la mayor de dos hermanos hombres y por ser la niña de la casa me consentían bastante, pero al mismo tiempo me exigían dar ejemplo a  mis dos hermanos, Leonard Alejandro y Cristhian  Eduardo.

Además de adquirir muchos conocimientos a nivel intelectual, por lo que más agradezco a Dios es de haberme permitido formarme en Bethlemitas – Bogotá, es haber adquirido tantos valores la alegría, la sencillez, la solidaridad y el amor a Dios.

En mi Colegio conocí aún más, por medio de las hermanas que me daban clase y por cada uno de los momentos espirituales celebrados, sobre aquel SER que todo lo puede y todo lo tiene pensado para el bien de toda creatura humana. Aprendí de  María, de su amado Hijo Jesús ahhh… y como olvidar las campañas de solidaridad y las grandes celebraciones de navidad, día del Hermanito Pedro y la Madre Encarnación.

Desde pequeña me ha encantado actuar, compartir con otras personas, leer y escribir, de ahí que desde que inicié mi bachillerato en el año 1998 ingresé al grupo de teatro del colegio, ¡que gratos recuerdos tengo de las semanas familiares…! todo el colegio en función de mostrar lo mejor a los Padres de Familia.

Pero ¿Cuándo surgió en mí la vocación a ser religiosa Bethlemita?

Como decía antes, en el colegio reforcé lo que en mi familia me enseñaron GGPreciousMoments_015respecto a Dios, los Encuentros con Cristo, las Eucaristías y las fiestas de los fundadores; fue en el colegio donde la hermana Natalia Duque me preparó  para mi primera confesión y la primera comunión, la hermana Edith Amparo Torres me preparó para la Confirmación, aunque mis primeros pasos en la fe me los orientaron las Bethlemitas,  nunca pensé en ser una de ellas.

Cuando estaba en quinto de primaria llegó la hermana Nathalia a darme clase y al ver su alegría y el amor que ponía en  cada clase se despertó cierta inquietud…algo pasajero que duro poco. Ya estando en Bachillerato llegaron los amigos, las fiestas, la vanidad los centros comerciales y esa primer llamita se fue opacando.

Nuevamente en noveno volví a encontrarme en las clases de Educación Religiosa con la Hermana Natalia Duque,  pero en ese momento mi vida era más agitada en cuanto a los social, empezaban las fiestas de 15 incluyendo la mía, las salidas a comer helado, a escuchar música y las visitas a los centros comerciales eran más frecuentes y el teatro empezaba a ocupar una parte importante de mi tiempo, además de la música que me ha encantado siempre.

Fuí  buena estudiante, a nivel académico y actitudinal pero en cuento se presentaba la oportunidad para hacer desorden… también estaba allí. En grado décimo conocí más de cerca a la persona que empezó a motivarme para que iniciara mi seguimiento vocacional; la Hermana Edith Amparo Torres, quien empezó a cultivar mi liderazgo por  medio de la Pastoral del colegio, me nombró “presidenta de pastoral”  le ayudaba en  navidad en la selección de juguetes y el listado  de los niños destinatarios de los mismos y en las campañas de solidaridad organizadas para el día del Hermano Pedro, ella nos acompañaba al servicio social, me delegaba responsabilidades en las Eucaristías , me dio  la oportunidad  de ser cercana a ella  y aprender todo lo que implica un detrás de cámaras de las hermanas cuando no están en clase.

Eso me motivó mucho, pero no existía una propuesta vocacional concreta y además yo ya tenía “bien delineado mi futuro” estudiar comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Llegado el último año escolar, soy Promoción 2003, La Hermana Edith Amparo además de darme Educación Religiosa también era mi directora de grupo  y nos dirigió los retiros espirituales en grado once a los cuales también fue invitada la Hermana Natalia Duque,  ellas en el desarrollo del retiro y aprovechando que la experiencia de Dios en estos días es más fuerte, empezaron a motivarme para que empezara un discernimiento vocacional, pero como no estaba tan convencida de ser religiosa les dije que si Dios quería que yo fuera religiosa me lo mostraría por medio de un trébol de 4 hojas, la verdad un poco difícil de encontrar… como estábamos en medio de una zona verde muy grande  ellas empezaron a buscar, yo también ayudaba, pero la verdad me daba miedo encontrarlo porque ese trébol iba a ser el punto de partida para comprometerme a iniciar un proceso de discernimiento vocacional. Se acababa el tiempo y era hora de ira otra actividad, en ese momento di gracias a Dios por no dejar que el trébol fuera encontrado porque eso me demostraba en cierta forma que El no me necesitaba (hasta el momento) como Bethlemita.

Ese mismo día nos hicieron una actividad  de desierto  a nivel personal, para interiorizar mejor; yo estaba muy concentrada en mi trabajo y había buscado un tronco seco  para apoyarme y estaba sentado en  un empedrado (Camino de piedras) es muy ocasional que crezca pasto en medio de las piedras, sin embargo me dio curiosidad en detenerme  un poco para observar unas ramitas que crecían en medio de dos piedras, cuando de pronto apareció el trébol… yo lo miraba y se me agitaba el corazón  yo no sabía que hacer, no era capaz de concentrarme en el trabajo, hasta que me decidí a arrancarlo y mostrárselo a Natalia y Edith  ellas se reían y me decían que tal vez lo que quería Dios no era que ellas lo encontraran,  El lo  había permitido así  para que yo misma me diera cuenta de su amor y diera el primer paso para cerciorarme si el Señor me quería para Bethlemita.

Desde ese momento inicié el seguimiento con la Madre Blanca María Calle quien me acogió con mucho cariño y me orientó con mucha paciencia y sabiduría. Llegado el mes de agosto las hermanas me hicieron una invitación a participar de una convivencia vocacional en Filandia Quindío, para mí fue una gran oportunidad, allí me encontré con varias hermanas y con gran cantidad de jóvenes que como yo tenían inclinación vocacional,  esa fue la oportunidad en la que la balanza de mi vida se inclinó definitivamente por el SI.tierno3

Llegó septiembre, presenté las pruebas de estado, y ya con los resultados en mano empiezan los comentarios entre las compañeras del colegio: Yo voy a ser abogada, yo voy a estudiar medicina, yo ingeniería industrial y cuando llegaba a donde mi: Yo voy a ser Bethlemita.

 

Me gradué el 29 de noviembre de 2003 e ingresé al postulantado el 25 de enero de 2004, lo más duro para mí fue dejar mi familia, pero ya dentro de la congregación Bethlemita  he descubierto que he podido estar más de cerca de ellos espiritualmente y que Dios en su infinita misericordia no los ha abandonado en ningún momento.

He vivido muy feliz como Bethlemita, he conocido más a fondo a Dios y su misterio de Amor, he aprendido a transcender la alegría  y siendo instrumento dócil en las manos de Dios muchos niños de manera especial han sido educados en la fe.

Lo que he aprendido y el gozo que experimento por ser Bethlemita exige de mi un Gracias de Corazón para con Dios.

 

pfl_pm24CAROLINA CASTAÑEDA CORTES.

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“SI VOLVIERA A NACER…SERÍA NUEVAMENTE BETHLEMITA”

junio 30, 2009

 

JessicaAl detenerme a recordar lo que sucedió en mi vida meses antes de ingresar a la Congregación Bethlemita, no puedo evitar sentirme profundamente emocionada y muy agradecida con el Señor porque fijó su mirada en mí, me amó primero, me escogió de entre muchas jóvenes, me llamó con predilección, sembró en mi interior la semilla de la vocación y me concedió la libertad para optar.

Nací en Bucaramanga, Santander, y crecí en un hogar Católico, no muy piadoso, pero si muy vigilante de valores y buenas costumbres. Mi vida se desarrolló como la de una joven normal, pendiente de lo que se me ofrecía en aquel momento: los intereses  de la edad, la vanidad propia de la mayoría de quinceañeras que me mantenía en un continuo afán por verme siempre bien y mantener ante todos una excelente  imagen;  a esto se sumaban mis deseos de imponer por sobre todos mis gustos, que la mayoría de veces pasaban  a ser caprichos ,  así como la lucha por defender el parecer de mis amigos por encima de lo que pensara mi familia.

 Estudié en el Colegio de las Hermanas Bethlemitas de la misma ciudad, convencida siempre de ser una joven brillante y con grandes capacidades, que sin duda, como varios me lo repetían, me harían llegar muy lejos. Soñando con un futuro y una profesión exitosa, algo diferente  empezó a ocurrir dentro de mí, gastaba largos ratos ojeando las diferentes carreras que la Universidad me proponía, y aunque era muy amante del estudio y tenía marcadas  inclinaciones personales, no me sentía totalmente complacida al imaginar el rumbo de mi vida dedicado solo al saber y al hacer.

 Estoy segura de que fue el mismo Dios, sin yo percibirlo, quien empezó a despertar en mi corazón los deseos de dejar una huella en el mundo no por tener muchos conocimientos en la cabeza, ni por ser un personaje reconocido,  sino por dedicar la vida al servicio de los otros, de quienes hoy  por hoy viven tan necesitados de amor, ayuda y comprensión. Fue entonces, cuando en medio de esa confusión interior y presionada por las decisiones tomadas ya por mis amigas respecto a su camino profesional, llegó de visita al Colegio cierto día la Hna. Natalia Duque, Promotora Vocacional, quien estaba por ese entonces realizando Convivencias para las jóvenes inquietas en la Vida Religiosa. Sentí con gran fuerza la voz de Dios a través de las palabras de la Hermana, una voz dulce a mis oídos que me invitaba a optar por un ideal diferente con la promesa de alcanzar mi realización personal y la verdadera felicidad.

 Asistí a la Convivencia y quedé muy motivada, me atraía a gritos el testimonio de las Hermanas, su sencillez, alegría y acogida. Solo después comprendí que dichas actitudes serán por siempre rasgos que identifiquen a cada Bethlemita en cualquier lugar del mundo.

Resolví entonces iniciar el proceso de acompañamiento previo a ingresar a la Comunidad,  pero no contaba yo con que mis padres en sus mentes ya me habían  planeado y organizado la vida, tenían incluso más sueños que yo misma, deseaban verme rodeada de éxito, prestigio, posiciones importantes y mi propia familia.

Por eso, cuando tímidamente les insinué la idea que  daba vueltas en mi corazón desde hace varios días y me hacía sentir inclinada extrañamente a ir a la Iglesia, y hasta escribirle hermosas cartas a Dios, cosas que no eran muy comunes en mí,  ellos se opusieron rotundamente argumentando que era yo todavía muy menor para dimensionar la magnitud de una decisión tal, que sería un gran error tomar dicho camino  y que definitivamente me hacía falta madurez porque no sabía ni lo que decía.

Empezó entonces mi corazón a sufrir por aquello que cada vez cobraba más fuerza dentro de mí: responderle al Señor con un SI generoso desde la Vida Religiosa Bethlemita.

 

Sin embargo,  una fuerza mayor que la misma obediencia a mis padres, me impulsó a dar la batalla, no sabía a ciencia cierta de qué se trataba, pero era algo que me hacía sentir valiente y arriesgada para no callar lo que anhelaba. Ya no me veía en otro campo, el deseo se arraigó con una fuerza inexplicable dentro de mí, y así lo expresé a las Hermanas del Colegio. Lo que para muchos podía parecer un capricho, para ellas era la fuerza de una vocación naciente, un llamado que el Señor empezaba a hacerme con insistencia, pero sin ánimos de obligarme a tomar una decisión, solo de mí dependía mirarlo todo, discernirlo, y sentirme libre para optar, sabiendo que se trataría del curso que tomaría para el resto de mi vida.

 Inicié bajo mucha prudencia el proceso de seguimiento por temor a que mis padres se enteraran; le conté emocionada a mis amigas del Colegio y ellas, después de plantearme muchas inquietudes, finalmente me brindaron su apoyo, cosa que las llevó a tomar distancia de  mi familia, para evitar verse fuertemente confrontadas con mis padres y hermanas.

Una vez terminado el Bachillerato, en medio de lágrimas y tras un intento fallido por ingresar a la Congregación, seis meses tardó mi lucha, ( tiempo que entonces me parecía una eternidad y  ahora lo considero un espacio  justo concedido por el mismo Señor para prepararme mejor), lo hice finalmente sin la Bendición de papá ni de mamá , pero pidiendo mucho a Dios por ellos , para que algún día se me de, lo que hasta ahora continúo anhelando: su apoyo , su comprensión y el sentir realmente que mi vocación es una gran Bendición para toda la familia.

jessica2Han pasado 5 años desde que  ingresé a la Comunidad y puedo decir que han sido un suspiro….me he sentido inmensamente feliz cada día, profundamente amada por el Dios de Belén y la Cruz que me llamó, y comprometida cada vez más con la causa de su Reino desde la misión que me ha encomendado y las personas que ha puesto en mi camino para ayudar, consolar, servir, fortalecer y animar con el Mensaje de un Jesús que es todo amor y Misericordia.

 

 

Sé que mis Padres algún día lo entenderán, solo debo ser paciente y saber esperar. Las cosas se nos dan cuando el Señor lo considera conveniente y para Él no hay nada imposible.

No he dejado de amar a mi familia , al contrario, me siento cada vez más cerca de ellos, y no dejo de pedirle al Señor en cada oración: Por favor, encárgate de los míos, que yo me hago  cargo de lo tuyo!!!

 

De todo corazón escribo esta, mi historia vocacional, y espero pueda servir de motivación en el camino de aquellas jóvenes que hoy Dios continúa llamando, a ellas me queda decirles que no hay nada más grande que responderle con valentía y a cuesta de todo, se es feliz a su lado, ya no hay títulos ni posiciones que valgan, Él nos cambia la vida, nos hace diferentes, nos convierte en Don para muchos, nos enseña a sentir el verdadero amor por  niños, jóvenes , ancianos y todas las personas de nuestro apostolado… dejamos de pertenecernos a nosotras mismas para ser exclusivamente de los demás.

 099Vale la pena arriesgarse…Dios y la Santísima Virgen  guían nuestros pasos…

 

Y no puedo terminar sin hacer eco de aquello que he escuchado a lo largo del camino de varias Hermanas, ejemplo para mí de fidelidad a Dios…  Benditas palabras que hoy también nacen de mi corazón: “si volviera a nacer no lo pensaría dos veces… Sería nuevamente Bethlemita!!!”

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UNA VIDA SIN SENTIDO ENCUENTRA EL VERDADERO SENTIDO

May 10, 2009

 

Solo en Dios encuentra el alma todo sentido para vivir a plenitud.

Solo en Dios encuentra el alma todo sentido para vivir a plenitud.

Cuando tenía 5 años una tía me preguntó: “Dany, ¿qué quieres ser cuando seas  grande?”  Yo le dije con mucha firmeza: “quiero ser monjita”.  Lo extraño es que nunca había visto y ni siquiera había oído hablar de las monjitas.  Hoy día para mí es un misterio esa respuesta que di.  Mis primas al escuchar lo que respondí, se burlaron y me sentí mal, al punto que me dije a mi misma que nunca más iba a volver a decir que quería ser monjita para que nadie se burlara de mí y así fue. 

En mi niñez y adolescencia olvidé esa idea y comencé a pensar en otras cosas, entre ellas en ser modelo, otro día decía que doctora, que quería casarme, tener hijos y formar una hermosa familia. 

Soñé y viví como la mayoría de las jóvenes.  No fui religiosa desde un principio, todo lo contrario.  Antes de los 16 fui muy superficial. Era una joven vanidosa, a la que sólo le importaba lo externo, el baile, las fiestas, los amigos…  Tengo que reconocer con dolor que durante esos años no le encontraba sentido a la vida y en varias ocasiones quise no seguir viviendo.

Para ese entonces, Dios era para mí un Dios lejano y la vida  sacramental y de Iglesia era algo supremamente aburrido, algo que no me atraía para nada.  Pero a los 16 años, todo cambió.  Una amiga me invitó a un grupo parroquial y yo acepté por no quedar mal.  Era la Legión de María, no tenía ni idea de qué se trataba.  En el primer encuentro al ver a esas señoras de rodillas rezando el rosario junto a la Virgen, no sabía qué hacer, me sentía super extraña.  No sabía si reírme o salir corriendo, pero a pesar de lo que sentía, me quedé y en ese quedarme comenzó mi salvación.

A la semana siguiente comenzamos a visitar enfermos y ancianos abandonados.  Nunca había vivido esa experiencia y puedo decir que marcó mi vida. Antes sólo existía yo y mis problemas, nada ni nadie más, pero al estar en contacto con gente que realmente sufría, me hizo ver la vida de otra manera.

Recuerdo el testimonio del señor Carlos, viudo y con un hijo de 38 años que tenía una parálisis cerebral y a quien tenía que atender como si fuera un bebé.  Lo que me impactó fue la paz y la alegría que reflejaba.  Nos decía: “mi arma es la oración, si no fuera así no podría”.  Su testimonio me hizo cambiar.  Yo pensaba que era la persona que más sufría en el mundo y me di cuenta que no, que había personas que sí sufrían de verdad y que sí tenían derecho a quejarse y sin embargo se veían felices porque encontraban la fuerza en Dios.

De allí en adelante comencé a sentir necesidad de Dios y después de no querer ir a misa los domingos, empecé a ir todos los días y no por obligación, sino porque lo sentía como una necesidad vital.  Comprendí que solo en Dios, mi vida sin sentido, encontraba su verdadero sentido. 

Ese mismo año una Bethlemita muy especial, caracterizada por su sencillez, alegría, entusiasmo y gran espíritu misionero, se encontró conmigo en una eucaristía y al final me preguntó: “A usted no le llama la atención la vida religiosa?”  Yo no lo pensé dos veces y con gran seguridad le dije que sí.

  1. Nada más; ni riquezas, ni placeres, sólo Dios.

A los 18 años, dejé a mi familia y a mi patria; dejé la posibilidad de formar mi propia familia para formar parte de la mejor familia, la familia de Belén.  Cuando desperté en Bogotá por primera vez y al sentir el frío y al mirar todo diferente, sentí nostalgia de mi gente y de mi patria.  Fui a la capilla y viví una experiencia muy significativa. Sentí que el Señor me decía: “Mira…, el sol que está aquí es el mismo que está en Panamá, las personas que están aquí, no son extrañas, son tus hermanos como los que están en Panamá, y lo más importante es que Yo estoy contigo al igual que como estaba en Panamá”.  Este fue el impulso que necesitaba para nunca más volver a sentir nostalgia de mi tierra y de los míos.

Hoy veo con mayor claridad que quienes nos consagramos a Dios debemos tener un corazón sin fronteras y saber que no somos de un país, sino del mundo.  Y frente a la familia me animaba mucho el recordar lo que alguien me dijo:  “Cuando una persona deja su familia para servir a los demás, Dios entra a esa familia para ocupar su lugar”.

En realidad nosotros no dejamos a nuestra familia; es cierto que no estamos físicamente, pero espiritualmente siempre estamos con ellos y en la medida en que nos entregamos más a Dios y a los demás, se hace más fuerte y profundo el amor hacia los nuestros.

Hoy después de todo lo que he vivido y a pesar de las adversidades que vengan, sostengo que prefiero la muerte, antes que abandonar mi vocación Bethlemita.  Estoy segura en Dios que así se hará y que El no permitirá que nada ni nadie me aparten de su lado. 

  1. Saber que Dios me ama así como soy, confía en mí y me comprende como nadie es capaz de hacerlo.

No hay nada más grandioso que saberse amado por Dios, sobre todo en nuestras limitaciones.  Saber que Dios no me juzga ni me reprocha mis caídas, sino que me da la mano para levantarme y decirme: “Animo, Yo estoy contigo… Sigue Adelante, no dejes de caminar con tu realidad, con lo que tú eres…”

Espero que el amor de Dios se encienda en tu vida y te apasiones por VIVIR. Vive con la certeza de que Dios está haciendo algo maravilloso en ti; deja que la alegría y el entusiasmo por la vida fluyan y se desborden a través de tu ser.  No olvides nunca que Dios te ama como eres y confía en ti. 

Animo! sigue caminando en búsqueda del Verdadero Sentido.

 

La maternidad espiritual sobrepasa y rompe cualquier barrera.

La maternidad espiritual sobrepasa y rompe cualquier barrera.

 

 

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“LA HISTORIA DE UN LLAMADO”

enero 23, 2009

 

POR: Hermana Linda Catalina Triana Torres

Felizmente Bethlemita.

 

En las manos de Dios.

En las manos de Dios.

Siento que el llamado que Dios me ha hecho ha sido un llamado de predilección y amor, Dios se ha fijado en mis capacidades, en mí ser como joven y mujer. Desde pequeña siempre me llamaron la atención las religiosas; estudié una parte de mi vida en colegio de sacerdotes y luego en colegio de religiosas donde  finalmente me gradué. Recuerdo mucho, que el día en el que me gradué como bachiller, la religiosa rectora del colegio en el que estudiaba, me dijo: “antes de irse, debe bailar ballet clásico”. Soy bailarina de Ballet clásico desde los 9 años.  Jamás podré olvidar   aquel día en el que bailé, mi corazón experimentaba el mayor gozo porque ya tenia mi plan de vida elaborado… estudiaría medicina y luego me especializaría en ciencias forenses. Seguiría con mi ballet clásico, me casaría tendría hijos… creo que es el sueño común de  toda joven, mi vida marcaba una aparente estabilidad, porque aunque ya tuviera definido que haría con mi vida, faltaba algo,  un vacio seguía dentro de mi, aunque lo tuviera todo “aparentemente” en sí, seguía faltando algo…  Cuando me encontraba en grado 11º sentí algo en mi corazón  que nunca he podido explicar, considero que así es el llamado de Dios, una fuerza que te arrastra, te impulsa a dejarlo todo y no te explicas como cambias aquello que creías importante en algún momento de tu vida, por algo verdaderamente bueno para el resto de tu vida, recuerdo que hablé con una hermana de mi colegio, la cual nos llevó a  los grados superiores  del colegio a un EXPOCARISMA en un centro comercial, en la ciudad de Bogotá – Colombia; fue algo maravilloso, ver tantas comunidades reunidas, me sentí  en ese momento, mas profundamente llamada por un Dios que sin merecerlo contaba conmigo para participar al servicio del anuncio de su Reino. Vengo de un hogar muy bello, lleno de gran ejemplo y amor, donde lo mas normal es estudiar una carrera profesional y tener una familia…

 

 

Como ven, lo que yo sentía era algo difícil para que mi familia lo comprendiera, pero como en algún momento les decía, este llamado me impulsaba a  NO fijarme en lo que dijeran, ni lo que pensaran de mi. Creo que estaba en un momento inquietante, un momento que todo joven debe tener en su vida para poder comprender lo que Dios quiere y descubrir  así la verdadera  felicidad.

Aprovechaba todos los momentos para decirle a mis Padres que quería ser RELIGIOSA, ellos no comprendían como una joven como yo amante de la moda, bailarina de ballet clásico, con un grupo de amigos, con novio y ya inscrita a estudiar Medicina la carrera que durante toda mi vida había esperado… la verdad ellos no comprendían!! Pues el 16 de Diciembre de ese mismo año sentí  más fuerte este llamado, volví a retomar los plegables   que en algún momento había visto sobre la vida religiosa, en aquel expocarisma,  pues conocí  varias comunidades, e hice experiencia de 8 días en una de ellas, a esas hermanas  les debo el haberme hecho comprender lo que Dios quería de mi, les agradezco y las quiero mucho… porque junto con su apostolado y su vida de fraternidad y oración, comprendí claramente que Dios me llamaba a la vida religiosa; continuando con mi búsqueda conocí  a las Hermanas Bethlemitas.. en ningún lugar de los que había ido había experimentado tanta paz, gozo y una  felicidad  profunda que no puedo explicar… desde aquel momento encontré lo que tanto había necesitado, comencé a llenar aquel vacío que sentía y por esto me siento feliz de haberle entregado a mi Dios,  mi juventud, todo lo que tengo y lo que soy, mi ser entero,  me siento realizada, plena como mujer y consagrada.  Para mis Padres no fue fácil mi decisión puesto que ellos “esperaban algo distinto de mi…” pero viendo mi felicidad y el gozo con el que me expreso, han cambiado de parecer  junto conmigo ellos han encontrado la felicidad porque comparten la mía. Llevo 6 años como consagrada y me siento con el mismo gozo desde aquel primer día, me siento feliz de decir que soy Religiosa y que le he entregado todo a mi Dios.  Ahora lo que en algún momento creía importante y elemental en mi vida, lo considero una oportunidad bella que Dios me dio para comprender que lo dejaba por algo inigualable y único DIOS.   Mis Padres me apoyan y sienten el gozo que yo experimento, se sienten orgullosos de mi vocación.

Les quisiera compartir que mi Padre en el 2008 enfermo de un

En las manos de Dios siempre encontrarás libertad

En las manos de Dios siempre encontrarás libertad

 Cáncer terminal fue sinceramente un golpe muy duro y una situación muy difícil, mi Papá sufrió esta enfermedad durante 3 meses y medio,  luego falleció, tuve  la oportunidad de estar junto a él todo el tiempo de su enfermedad y de acompañarlo en el momento de su muerte, esta experiencia me hizo comprender que realmente el ingresar a la vida religiosa no es perder a los Padres y mucho menos que ellos nos pierdan… así  con la gracia que me dio mi congregación de estar junto a mi Padre, creció mucho mas mi amor por mi Instituto Bethlemita a cual pertenezco y me refirmó el don bello de mi vocación como consagrada, en este momento me considero una religiosa Bethlemita feliz, enamorada de mi vocación y entregada a mi Dios. Por esto a todas la jóvenes quiero decirles que cuando sientan una sensación bella en sus vidas, que experimenten algo que ustedes mismas no se pueden explicar y se resume en felicidad, arriésguense, láncense y denlo todo por el todo porque encontraran la felicidad en escuchar la voz de Dios y comprender lo que él quiere de ustedes…” Porque cuando uno lo da todo por el TODO, Dios nunca  defrauda”.

 

 

 

 

 

 

 

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Cómo llama Dios???

enero 9, 2009

 

  En esta página estaremos compartiendo las distintas historias de jóvenes que han vivido la experiencia maravillosa de ser elegida por Dios para una misión, como, siendo jóvenes del montón, sin meritos algunos, simplemente por bondad de Dios sintieron aquella llamada de la que es casi imposible zafarse.